La hidratación en la tercera edad

Conforme envejecemos, las reservas hídricas corporales disminuyen en un 15% y los riesgos de sufrir deshidratación y otras consecuencias para la salud aumentan. Si bien es cierto que no hay que generalizar, ya que el estado de salud de cada persona es diferente, es preciso tener en cuenta que, a partir de los 65-70 años, se torna especialmente importante vigilar la dosis de agua necesaria.

Agua y minerales

Todo esto viene acompañado de una disminución de la sensación sed, es decir, los mecanismos fisiológicos activadores de esta sensación no perciben en su totalidad los déficits hídricos, y, además, se produce una reducción de la capacidad de absorber nutrientes, minerales y vitaminas. Por este motivo, el agua mineral natural puede ser de gran ayuda, porque hidrata a la vez que aporta mineralesA pesar de que los requerimientos hídricos son similares a los de los adultos, dependiendo del caso se pueden necesitar cantidades superiores. En condiciones normales se recomienda una toma de 2 litros en los hombres y 1’6 litros en mujeres. Sin embargo, existen varios fenómenos que dificultan los procesos de la rehidratación:

Por todo lo anterior, la prevención es la base para asegurar un consumo de líquidos correcto. Concienciar a las personas mayores, así como a sus familiares o cuidadores sobre los riesgos de no ingerir suficiente agua es fundamental para evitar cuadros de deshidratación.

Los bebés y las personas mayores son los más sensibles a la deshidratación.

Eso se debe a que cuando nacemos somos un 80% - 75% agua y perdemos gran parte de esta los primeros meses de vida.

Durante nuestra adolescencia y cuando somos adultos, somos un 70% agua, pero a medida que entramos en la tercera edad se reduce un 60% -50%.