Cuando nacemos el contenido total de agua en nuestro cuerpo es del 75% y disminuye a lo largo del primer año de vida y la niñez, alcanzando el 60% en la edad adulta. El requerimiento de agua aumenta con la edad y es muy importante mantener unos niveles de agua adecuados, para que todas las funciones del organismo se realicen en las mejores condiciones posibles. Pero este equilibro no es fácil de conseguir, sobre todo, entre los más jóvenes.
El consumo de agua en la etapa infantil
Durante la infancia, una vez superada la etapa de bebé, la ingesta de agua depende en gran parte de la sed del niño y, normalmente, presentan dificultades para interpretar su percepción de la sed. Por otro lado, las circunstancias que los rodean, así como los hábitos gastronómicos, culturales o familiares también tienen un papel determinante en este tema. Según un estudio publicado en Nutrición Hospitalaria obtenido a partir de 238 niños de 3 a 17 años, en nuestro país el 87% de niños y adolescentes estudiados toman menos del 80% de agua que recomienda la European Food Safety Authority (EFSA).
Una hidratación deficiente en volumen, o tomar menos agua de la necesaria en estas edades tiene efectos negativos sobre su rendimiento y capacidades cognitivas y físicas. Esto conlleva que los niños que beben menos tengan más dificultades para aprovechar al 100% sus horas lectivas. Por el contrario, una buena hidratación contribuye a mejorar los niveles de atención y la capacidad de retentiva.
Una buena hidratación contribuye a mejorar los niveles de atención y la capacidad de retentiva.
Importancia de la hidratación en adolescentes
En esta etapa ocurren la mayor parte de los cambios fisiológicos, dado que el cuerpo está completando su proceso de desarrollo. Por este motivo, los requerimientos nutricionales e hídricos aumentan exponencialmente. Una gran ventaja del adolescente es que sus sistemas de estimulación de la sed son bastante similares a los de los adultos y son autónomos para conseguir el agua que necesitan, al contrario de lo que sucede en la etapa infantil.
Sin embargo, algunos estudios demuestran que los adolescentes acostumbran a tener más afinidad por las bebidas refrescantes o estimulantes. Bebidas que, en su gran mayoría, contienen elevadas dosis de azúcar y, por tanto, una capacidad de hidratación distinta a la del agua sola. A esto se le suma la ingesta de alcohol. Según el Ministerio de Sanidad, en nuestro país un 75% de los adolescentes entre 14-18 años ha probado el alcohol y la deshidratación es una de sus muchas graves consecuencias.
Por ello, se recomienda instaurar el hábito de beber agua desde la infancia, y educar en la importancia de hidratarse correctamente y seguir una dieta sana y equilibrada, así como los riesgos de seguir pautas de alimentación poco saludables.